Las calles nocturnas de la Ciudad de México se suceden en pantalla a veces a una velocidad vertiginosa, a veces estáticas, apacibles. Al llegar la noche, la capital se convierte en un cúmulo de destellos neones. Los semáforos no son los únicos encendidos en esta caótica metrópoli, lo están también las luces de la ambulancia de la familia Ochoa cuando conducen con celeridad cuando una emergencia se suscita.
El documental Familia de medianoche sigue las peripecias de los Ochoa, quienes tienen como sustento el manejo de una ambulancia privada. En la Ciudad de México la cantidad de ambulancias públicas disponibles para una población de millones de habitantes no rebasa los dos dígitos. La necesidad es grandísima, por lo que se ha convertido en un negocio de particulares.
Con tal demanda parecería un negocio redondo, sin embargo, cada noche estas personas deben arreglárselas para que la gente pague la asistencia brindada, ya que no faltan los pretextos como "yo no pedí el servicio" o "no tengo dinero". Más veces de las que se quisiera, los parientes de los afectados no saldan la deuda, a pesar de que su conocido ya fue trasladado al hospital y se hizo uso de material médico para curaciones, hemorragias o anestesia, ya no se diga la gasolina del vehículo.
Esta cinta, dirigida por el norteamericano Luke Lorentzen, ganó el Premio a Mejor fotografía en Sundance 2019, Mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF) y el Premio Mezcal a Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG).
En ocasiones, los propietarios de las ambulancias tienen que competir por los pacientes. Forman parte de peligrosas carreras automovilísticas para ver quién llega más rápido al lugar del incidente y lograr ganar al cliente. De igual forma, algunas mantienen un tipo de convenio con ciertos hospitales privados y cuando -aparentemente- las clínicas públicas están saturadas, los trasladan a esos. No obstante, en la parte final del documental se ven las consecuencias fatales que esta situación conlleva.
Un aspecto digno de aplaudir es que no deja que el morbo robe la atención, dada la temática de la película. No se muestra en ningún momento el cuerpo de los accidentados y evita al máximo sus rostros.
Es un documental que, acompañado de muchas risas y momentos graciosos, auspiciados sobre todo por el más pequeño del clan Ochoa, muestra lo que vive la gente que se dedica a este negocio y que, así como en muchos otros sectores donde la situación no está regulada, implica inconvenientes para ambas partes, no solo para quienes requieren de una ambulancia, sino también para quienes prestan el servicio.